La Agresión en el Ser Humano y su vínculo con la perspectiva evolutiva.

La Agresión en el Ser Humano y su vínculo con la perspectiva evolutiva.

Por David Segundo Montesino González

La agresión siempre ha sido parte de las interacciones humanas. El mal que provoca sobre las dimensiones de la conciencia es real y en grandes rasgos, como en una sociedad, abre una serie de posibilidades catastróficas y desconcertantes, como el hecho de que algunos no son lo suficientemente fuertes como para luchar en contra de la imposición del más fuerte. Freud sostiene que “Al principio, en la pequeña horda humana, la mayor fuerza muscular era la que decidía a quién debía pertenecer alguna cosa o la voluntad de qué debía llevarse a cabo. Al poco tiempo la fuerza muscular fue reforzada y sustituida por el empleo de herramientas: triunfó aquél que poseía las mejores armas o que sabía emplearlas con mayor habilidad. Con la adopción de las armas, la superioridad intelectual ya comienza a ocupar la plaza de la fuerza muscular bruta, pero el objetivo final de la lucha sigue siendo el mismo: por el daño que se le inflige o por la aniquilación de sus fuerzas, una de las partes contendientes ha de ser obligada a abandonar sus pretensiones o su oposición” (Freud, S., 1972, pp. 3.208-9). “Cuando un hombre inventa el arco y la flecha, toda la comunidad hereda el conocimiento del empleo de estas armas y las dominan como si se tratara de un órgano de su cuerpo. Así, con los instrumentos inventados puede efectuarse, en el curso de una o dos generaciones, un proceso de adaptación ecológica que en la evolución normal, sin el concurso del pensamiento conceptual, hubiera requerido un período de tiempo de escala muy diferente y mucho mayor.” (Lorenz, K. 1998, pp. 261)

Desde este punto histórico la superioridad intelectual es la fuerza que impera sobre la fuerza bruta. Aún así, lo que subyace, es el mismo objetivo de desarmar la oposición a través de la aniquilación de sus fuerzas. Así, se han desencadenado guerras en los últimos milenios, producto de un deseo tan hondo por conquistar y consagrarse como el más fuerte, ya que así se asegura la permanencia de un grupo humano. Podemos concluir que la guerra como fenómeno de nuestra humanidad, es producto de la violencia y el deseo de poder. Para Konrad Lorenz todos los sermones ascéticos que nos previenen contra los impulsos instintivos y la doctrina del pecado original, que nos dice que el hombre es malo desde niño, tienen el mismo contenido cierto: la idea de que el hombre no puede seguir ciegamente las inclinaciones heredadas y que debe aprender a dominarlas y a comprobar de antemano sus efectos mediante la auto integración responsable.

Konrad Lorenz fue uno de los exponentes más relevantes en el área del comportamiento animal. Él desarrolló el estudio de los aspectos comunes entre los animales y el hombre, sobre todo el instinto de agresión. ¿Cómo se vinculan los argumentos de la etología con la agresión humana? ¿Podemos pensar en que somos racionales con la violencia antes de perfeccionar nuestro sentido ético sobre lo que está bien en función de la convivencia con los demás? Para resolver estas cuestiones, Lorenz plantea la influencia de las primeras experiencias con otros seres vivientes, el contacto afectivo y la convivencia de cada participante del grupo. Esto es lo que influye en el desarrollo normal, deficiente o patológico del comportamiento de un adulto. Es decir, la violencia existe fuera de nosotros, como causas externas que nos afectan, y en nosotros, por dentro, como potencia que nos impulsa, como fuerza reguladora en cada simple acto. Entonces, considerando esto, los seres humanos se ven motivados a conseguir lo que desean a través de una competencia egoísta la cual debe ser regulada.

Ahora, con respecto al vínculo que existe entre la agresividad humana y la perspectiva biológica podemos decir que la agresión es un comportamiento innato, afirmación ontológica que rige las experiencias con los demás seres y objetos de la realidad. La agresividad afecta y se combina con la inteligencia del ser humano, el cual se empeña por controlar sus pasiones y adaptarse de la manera más adecuada. La función del etólogo, con respecto a este planteamiento, es poner sobre la mesa la relevancia de los antecedentes que se derivan de la evolución, no podemos cerrarnos ante estos aspectos, son vitales para razonar en torno a nuestras actividades económicas, políticas y sociales. El progreso de una sociedad manifestado en los ámbitos culturales está influenciado por estos rasgos comunes en cada individuo.

En torno a la racionalidad de la violencia, la segunda pregunta que se formuló, es importante considerar fenómenos como los asesinos en serie, los cuales sistemáticamente y con amplia frialdad, como la de un depredador (esta comparación con los depredadores no es una analogía, sabemos que en los animales la agresividad es positiva, los animales la necesitan para sobrevivir) actúan frente a sus víctimas. Analizando este comportamiento podemos decir que el ser humano, no necesariamente acude a la represión de sus instintos, sino que los convierte en un acto racional que le permite una especie de refinamiento de sus métodos para ejecutar sus actos. Ante este fenómeno el entrenamiento del individuo debe ser reforzado para que niegue el placer que se deriva de estas acciones que afectan a los demás individuos por la noción natural de que la vida es ante todo perseverar en sí misma. Basándonos en este principio que se deriva del evidente atributo que todos los seres tenemos en común, es indispensable que se generen alternativas que regulen las afecciones que unos seres humanos están dispuestos a causar a los demás.

Habría más capacidad de solventar estos problemas si existieran instituciones formales empeñadas en desarrollar técnicas de normalización de los individuos, una especie de educación que modifique la conciencia social que claramente está degenerada en estos comportamientos bélicos y altamente perjudiciales para un perfeccionamiento de las estructuras de la sociedad. Paulatinamente el ser humano, con una disciplina y responsabilidad que aspire a mejorar su calidad de vida y vinculando esta propuesta con otras de índole económica y política se puede ampliar la capacidad que tenemos para sobrevivir en este mundo sin aplicar la violencia para resolver conflictos asociados con el respeto a la vida de los demás.




Bibliografía


1- La filosofía de la biología, Alianza Editorial, 1990, ISBN 978-84-206-2250-7] Michael Ruse.
2- LA SIGNIFICACIÓN DE LA EVOLUCIÓN (Michael Ruse) Tomado de Peter Singer (ed.), Compendio de Ética. Alianza Editorial, Madrid, 1995 (cap. 44, págs. 667-680)
3- “Sobre la agresión”, 1963. Konrad Lorenz.
5- Konrad., Lorenz, (2002). On Aggression.. Routledge. ISBN 9780203994269. OCLC 475961198

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