¿Cómo se determina el valor de una acción moral?
¿Cómo se determina el valor de una acción moral?
Por: Jorge Alberto Vinueza Calderón
Esta es, por sobre otras, la pregunta que debe contestar cualquier criterio ético. Para algunos, lo que le daría sentido o valor al acto moral es la utilidad de este (Bentham), mientras que otros lo hallarían en el cumplimiento de la norma (Kant), pero ¿cómo responde el existencialismo a esta cuestión?
Sartre, en su conferencia “El existencialismo es un humanismo”, pretende, sobre todo, sentar los fundamentos de la filosofía existencialista y, además, contestar algunos cuestionamientos de sus detractores. La base que coloca Sarte es que la existencia precede a la esencia, en eso están de acuerdo existencialistas cristianos (Jasper, Marcel) y ateos (Heidegger). ¿Qué quiere decir esta máxima? Desde Aristóteles se creía que existía una teleología en la naturaleza, desde la piedra, pasando por el árbol e incluyendo al ser humano, todos ellos ya habían sido pensados y prefabricada su funcionalidad en el mundo, el existencialismo, por el contrario, invierte los valores y defiende que el ser humano es un proyecto abierto, sin ninguna finalidad que le antecede a sus decisiones libres y soberanas. Entendiendo al ser humano como libre, está indefectiblemente condenado a elegir de continuo en su vida. Si hay algo que es propio del ser humano, quizás lo único, es su condición para estar eligiendo libremente su porvenir. Entonces, ¿cómo podemos determinar el valor de una acción si todos elegimos libremente según marcos libres y subjetivos? Si no existe una moral fija o un código preestablecido y que, al momento de elegir, simplemente vuelvo y reviso qué es lo correcto, se debe encontrar otro criterio ético para evaluar las decisiones morales. Según Sarte, este criterio es la decisión misma de elegir una opción y discriminar otra. Cuando el ser humano elige en libertad (su condición natural) encuentra muchas opciones para decidir, y al seleccionar una de ellas, o al no elegir ninguna, está considerando como de mayor valor esa opción por sobre las demás. “Elegir esto o aquello es afirmar al mismo tiempo el valor de lo que elegimos, porque nunca podemos elegir el mal; lo que elegimos es siempre el bien, y nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos”. Para ilustrar esta visión tomaré un ejemplo reciente.
En los días pasados, en la Argentina se debatió el tema de la despenalización del aborto, ya que estaba en proceso de aprobarse la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Me centraré sólo en un argumento de los que se esgrimieron a favor porque lo consideré problemático para el actuar moral. Algunos que apoyaban la ley, como Luis Novaresio, Sabrina Garcianera o Carmen Barbieri, en sus intervenciones televisivas, repetían constantemente: “yo jamás me haría un aborto” o “yo no estoy a favor del aborto”. Si lo que determina el valor moral de una decisión es, precisamente, elegirla, es raro pensar que una acción es aceptable en otros si yo jamás la tomaría ¿cómo puedo considerar buena una decisión para otra persona si esa decisión es mala para mí? Evidentemente no se le puede pedir a cada persona que está a favor de la legalización que se practique un aborto. Sin embargo, al menos los que están a favor de la despenalización deberían actuar de buena fe y aceptar que el aborto, la elección de practicárselo, es una acción buena. Aceptando que es algo bueno abro la posibilidad de que lo pudiera hacer. Aunque, para Sarte, esto último es lo que le da valor a la decisión. A esto se refería Sarte cuando pensaba que, eligiendo, elijo por todos, porque, ¿qué tipo de valor moral tiene una decisión que yo jamás tomaría, es más, pienso abiertamente que es malo? Ninguna, en absoluto.
Jorge Alberto Vinueza Calderón
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