Evaluación crítica del concepto Justicia social desde Friederich Von Hayek


Evaluación crítica del concepto justicia social desde Friedrich Von Hayek
Por Jorge Alberto Vinueza Calderón



1.      Introducción

El término justicia social fue utilizado por primera vez por el pensador italiano Luigi Taparelli, en 1840. 21 años después John Stuart Mill lo consagra en el ideario de los pensadores modernos en un sentido casi canónico: la sociedad debería de tratar igualmente bien a los que se lo merecen, es decir, a los que se merecen absolutamente ser tratados igualmente. Este es el más elevado estándar abstracto de justicia social y distributiva; hacia el que todas las instituciones y los esfuerzos de todos los ciudadanos virtuosos deberían ser llevados a converger en el mayor grado. Según Michael Novak, este pensamiento de Mill se enmarca en el surgimiento de la Modernidad, y esto en un doble sentido:  la “Muerte de Dios” y el ascenso de la economía dirigida. Durante este período las sociedades comenzaron a confiar excesivamente en la razón por sus incipientes logros. Los avances en las ciencias físicas fueron el arquetipo del progreso que proveía apoyarse en la sola razón. Esta autoafirmación del individuo frente a las instituciones (Iglesia, tradición, etc.) que marcaron la vida durante el medievo fue el sello de la modernidad. Esta razón autónoma, constructora del futuro fue la que empezó a querer hacerse cargo de la totalidad de la vida humana. La divinización de la razón también encontró su nicho en la economía dirigida/planificada. La muerte de Dios, el ascenso de la ciencia y la economía dirigida trajeron el “socialismo científico”. Donde la razón llevaría al progreso en una visión teleológica de la historia.
Hoy en día el término justicia social es un concepto incrustado en discursos políticos y económicos. Su uso es casi de manual. Infaltable. Quizás porque reviste la plétora con cierta sensibilidad que le ha otorgado la tradición. En estos políticos, economistas o filósofos se hace realidad la sentencia de Keynes: “las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto cuando son correctas, como cuando están equivocadas, son más poderosas de lo que comúnmente se cree. En realidad, el mundo está gobernado por poco más que esto. Los hombres prácticos, que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto”. Se podría agregar sin alterar el sentido: o filósofo difunto.

2.     Origen del concepto

El concepto de justicia social, como se dijo en la introducción, es ampliamente aceptado en debates y discursos políticos, incluso en las discusiones de menor calado en las decisiones de un país. Sin embargo, la imprecisión del término por quienes lo utilizan debe despertar sospechas para poner en suspenso su legitimidad. Si se indagara ¿quién no creería que la justicia social sea un valor al que una sociedad debe aspirar? La respuesta de la mayoría sería afirmativa, sin embargo, pocos podrían articular con precisión lo que entienden por dicho concepto.
Para Hayek, esta fuerte impronta de buscar una forma de justicia social, entendida como redistribución de la renta, es una herencia de formas de organización social primitivas, de las cuales los humanos permanecieron más tiempo en ellas. Antes del advenimiento de la agricultura, las ciudades y finalmente la “gran ciudad” (o sociedad abierta), las “sociedades” se conformaban por no más de 50 personas, que compartían el alimento y mantenían un orden estricto dentro de la banda de cazadores.
Dentro de este orden la figura del macho alfa como generador de cierto orden (económico y moral) era esencial para mantener cohesionado al grupo, o como lo dice Hayek:
“En su forma primitiva, la pequeña banda poseía en efecto lo que aún atrae a tanta gente: un propósito unitario o una jerarquía común de fines, y una repartición deliberada de los recursos de acuerdo a una visión común de méritos individuales. Estas bases de su cohesión, sin embargo, imponía también límites al posible desarrollo de esta forma de sociedad.”[1]

Para Hayek en esta sociedad la libertad era algo imposible de poseer, porque las acciones de cada individuo debían estar mediadas por el bien colectivo que podrían generar. La libertad, en este sentido, vendría a ser un fruto de los procesos civilizatorios que han permitido que las personas construyan sus proyectos de vida independientes de la aprobación o desaprobación de una autoridad máxima reguladora de la vida de los individuos que componen la sociedad.
El resultado de este proceso que hemos llamado civilizatorio, que no es más que las personas buscando fines propios y ya no impuestos hizo posible que toda la información disponible fuertemente dispersa llegara a cada uno en forma de símbolos, que llamamos precios de mercado.

3     La sociedad de mercado

Este abandono de las formas de cohesión social primitivas provocó que las personas buscaran maneras de ganancia ya no siendo importante (o el fin último) el resultado colectivo sino el proceso de obtención o ganancia personal. A esta nueva forma de relacionarse Hayek la denomina katalatein, que significa transar o intercambiar, que bien podría asemejarse a un juego, que él la explica así:
“Es ‘una contienda jugada de acuerdo a reglas y decidida por destreza superior, fuerza o buena fortuna’. Es en este aspecto tanto un juego de habilidad como un juego de oportunidad. Sobre todo, es un juego que sirve para tomar de cada jugador la contribución más valiosa para el fondo común, del cual cada uno ganará una cuota incierta. El juego fue probablemente comenzado por hombres que habían dejado el amparo y las obligaciones de su propia tribu para ganar del servicio de las necesidades de otros que no conocían personalmente.”[2]
La finalidad de este intercambio siempre es sacar el mayor beneficio posible, y esto sólo podía lograrse buscando quién podía dar algo a cambio igualmente provechoso para él, esto indefectiblemente lleva a comerciar con personas totalmente desconocidas (fuera de la banda o tribu). Este intercambio sólo puede darse en un contexto en que el precio-señal toma el lugar de las necesidades del compañero conocido y dieron paso a nuevas formas de utilización del recurso, aunque también requería nuevas formas actitudes morales respecto de los resultados.
En este sentido, la interacción social llega a ser un proceso en el que se prima la importancia a la observancia de las reglas y no en el resultado en sí mismo, no importando si este último es beneficioso para la colectividad y produce beneficios colectivos.

4     Inaplicabilidad de la justicia a procesos espontáneos

Se ha descrito el proceso de la raíz del concepto y su vacuo contenido en el desarrollo en las sociedades contemporáneas, sin embargo, hay que puntualizar por qué teóricamente es un sinsentido hablar de justicia para procesos de los que el resultado no puede ser un parámetro para la justicia la interacción libre y voluntaria.
Lo que debería llevarnos a abandonar esta noción según Hayek es que:
“los mismos sentimientos [de injusticia] se experimentan en relación con las diferencias que existen entre los diferentes destinos del hombre de los cuales obviamente ningún agente humano es responsable, y que desde luego sería absurdo tachar de injustos.”[3]
Cuando una persona busca sus sueños, por ejemplo, y emprende una carrera y por un infortunio (accidente, enfermedad, etc.) se frustra tan digna tarea no se puede decir que eso es injusto, a lo sumo podríamos aceptar que es trágico, pero si no existió mediación humana deliberada no es injusto. Sin embargo, ante el problema de la distribución pensamos que hay un individuo concreto responsable de los resultados de los procesos de mercado, y estamos menos dispuestos a admitir que no hay injusticia, aunque nadie podría mencionar algún responsable en específico.
Ante la imposibilidad de deducir responsabilidades se ha optado por divinizar la sociedad, según Hayek, y se exige que esta (vía Estado) repare la forma de distribución originaria por una nueva distribución “más justa o equitativa”. Sin embargo, es absolutamente imposible determinar cuáles deberían ser las acciones de todos los agentes de mercado para determinar que los resultados de las acciones “libres” de todos satisfagan a todos en su totalidad.
Es decir, en una sociedad en la que cada individuo puede usar sus conocimientos para perseguir sus fines libremente, el concepto de justicia social es por fuerza un concepto carente de significado, porque en él no hay una voluntad que pueda definir los ingresos relativos de las distintas personas o evitar el hecho que depende de la casualidad. Solamente si admitimos restringir la libertad y creamos una economía (y sociedad) centralizada el concepto cobraría valor y sentido, porque todos se regirían por ordenes especificas y normas de conducta individuales (regidas por la colectividad).

5.     Lo fundamental es la conducta de los jugadores más no el resultado

Para que este último punto quede desde el principio mejor ilustrado hay un ejemplo que es básico y devela raíz de la argumentación; Hayek habla del mercado como un juego económico, siendo un poco heterodoxos pensemos en un juego de futbol, donde lo prioritario en este juego (o en otro, da exactamente lo mismo) es que todos entren al juego con las mismas condiciones (reglas). En el mismo campo, con las mismas normas, sin favoritismos de parte del réferi[4], sin ningún privilegio. De este escenario, lo fundamental es que todos respeten las reglas acordadas, dicho esto el resultado del juego es necesariamente justo (si quisiéramos aplicar este término, aunque alejándonos de Hayek, obviamente), porque la forma en la que se llegaron a los resultados del juego fueron las mismas para todos los participantes. Que Messi sea demasiado bueno en la cancha no quiere decir que sea injusto que él destaque sobre el resto, porque este sentimiento de malestar porque hay cierta injusticia llevaría a un camino en donde la mediación humana impondría sanciones a Messi para que no sea tan bueno en el juego, y que los otros menos hábiles puedan destacar. Es importante recalcar que Hayek en el juego del mercado combina dos conceptos que son fundamentales para entender el éxito de algunos y el fracaso de otros (que también aplica para el ejemplo que se ha puesto): la habilidad y la suerte.
“Esto [reglas de conducta iguales para todos] no tiene ninguna aplicación al modo en que el proceso impersonal del mercado distribuye el dominio sobre bienes y servicios entre determinadas personas: esto no es ni justo ni injusto, puesto que los resultados no son ni buscados ni previstos y dependen de numerosas circunstancias que en su totalidad nadie conoce.”[5]
Es decir, las acciones de los individuos pueden ser justas o injustas, por ejemplo, si un jugador comete falta debe ser castigado, y esto para cualquiera que cometa la misma infracción, sin embargo, si la conducta de los jugadores da como resultado un marcador de 10-0 esto no puede ser considerado ni justo ni injusto, es simplemente una consecuencia de la forma en la que unos tienen más habilidad, destreza y suerte para el juego.
 
      A manera de conclusión

¿Cuál es el problema fundamental si se sigue hablando de justicia social o redistribución de la renta? En definitiva, la amenaza es que de esta manera estaríamos, en primer lugar, desconociendo la formas que tiene el mercado de funcionar, y, en segundo lugar, se le estaría dando poder al Estado para intervenir sobre procesos que lo único que necesitan para funcionar es la acción libre y voluntaria de los involucrados.
Si progresivamente los individuos y grupos insisten en que los gobiernos tengan un papel preponderante en la redistribución del ingreso, indefectiblemente esto conducirá a un sistema totalitario en donde la libertad de los individuos será mermada en aras de un supuesto ideal de justicia con total desconocimiento de que si dejamos a las personas actuar libremente sobre esquemas conocidos los resultados siempre serán desiguales, mas no por eso injustos.
El ideal debe ser siempre que la sociedad sea compuesta por hombres libres que tengan la opción de entrar (o no) al juego del mercado en igualdad de condiciones. A este respecto también cabe señalar que Hayek rechazaba todo tipo de monopolio estatal concedido a privados, porque precisamente esta intromisión del Estado (o sea, de políticos favoreciendo empresaurios) en procesos de mercado será siempre en detrimento de la libertad de algunos (los que quieran proveer de ese servicio) y también, como sucede en casi todos los monopolios, en la calidad de bienes y servicios ofrecido a los consumidores.



[1] Friedrich Von Hayek, El atavismo de la justicia social, http://www.hacer.org/pdf/rev36_hayek.pdf
[2] Íbid.
[3] Friedrich Von Hayek, Derecho Legislación y Libertad, 2ᵅ ed. (Madrid: Unión Editorial), 269
[4] Sólo para mencionar: es evidente que Hayek rechazaba todo tipo de prebenda estatal a empresario o grupos de interés que podrían buscar un resultado favorable en detrimento de otros sectores de la economía directamente.
[5] Íbid. 270-271

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