El pensamiento, su pensador, la intelectualidad y su realidad



El pensamiento, su pensador, la intelectualidad y su realidad

La vida intelectual ha sido un proceso de formación constante, donde el ente biológico ha ido dotando al ser humano de una capacidad más allá de sus sentires, le ha otorgado la capacidad de pensar, de interpelar su ignorancia, mediante la admiración de su entorno y posteriormente con la indagación del entorno en el cual se sitúa el ser humano. “El espíritu ha roto con el mundo de la existencia y de las ideas que hasta ahora poseía, y se halla en vías de hundirlo en el pasado y ocupado en la tarea de reformarlo. Es verdad que nunca está en reposo, sino que se halla sometido siempre a un movimiento progresivo”. [1]
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La función intelectual se encuentra en consonancia con el hambre y deseo y necesidad del ser humano por el conocimiento de la realidad, una realidad a la cual no se es indiferente, sino que interpela al ser constantemente y le exige un esfuerzo por descubrirla. El camino intelectual es un camino pedregoso, donde se debe ir en contra corriente, despojándose de prejuicios y excusas, procurando ver de verdad, procurando voltear la mirada hacia donde nadie ha sido capaz de mirar y observar. El intelectual actual requiere de una dosis de humildad, para reconocerse finito he incompleto frente a la basta realidad; que le exige en sí misma una y total dosis de sinceridad, donde sea capaz de despojarse de sus conocimientos previos y esté en constate apertura de la realidad y de la verdad.

El intelectual debe sentirse y hallarse a sí mismo incompleto, incómodo, pesimista, lleno de más dudas que respuestas. Debe sentir esa necesidad, ansiosa de la búsqueda de algo más allá de lo encontrado y dado por sus estudios previos, dados por el sistema, dados por la historia. El camino del intelectual debe ser como la analogía de entrar en aguas profundas, en búsqueda de los peces gordos y de especies exóticas que no podrá encontrar si se conforma con solo estar en aguas superficiales, o si se deja vencer por el miedo y solo llega a estar a la orilla. El pensador debe atreverse a ir con valentía hacia la búsqueda de la verdad, aunque en el intento lo asole las inclemencias del tiempo, y le hagan retroceder. Pueda ser que tenga que volver intentarlo una y otra vez, pueda ser que la nostalgia lo invada, pueda ser que el cansancio le gane, pero cada intento es ya una respuesta de lo que busca, no una respuesta total, pero si un el proceso necesario que lo lleve a lo que busca. “El intelectual de hoy, si es sincero, se encuentra rodeado de confusión, desorientado e íntimamente descontento consigo mismo”[2], idealmente esto debería sentir o caracterizar al intelectual de hoy, pero el pensador está sumergido a lo mejor en otra crisis.

La crisis en el intelectual está envuelta en un manto de conformismo, de acomodamiento. Se sabe que el hecho de verdad no está acabado y que es un momentun histórico dinámico, se va actualizando, se va construyendo, pero está situación es comparable a las verdades incómodas en las que en algún momento ha sucedió algo no tan bueno y todo mundo lo sabe, pero deciden callar, deciden no moverse, pues implica un esfuerzo de su parte, tal es el caso de nuestros países latinoamericanos que en vos baja y entre dientes y chismorreo se quejan del sistema, alegando la culpa de sus males a los gobiernos, pero nadie se atreve a levantar la vos y a exigir un cambio, pues esto implicaría un cambio y un camino reciproco de actitudes, un compromiso personal, colectivo y gubernamental.

Así pasa en el mundo intelectual, indagar implica siempre someterse a un proceso de cambio, a un movimiento personal, implica despertar. Implica un gran esfuerzo por seguir develando la verdad. Lo que sucede es que prevalece la ley del mínimo esfuerzo, donde se nos convence que ya todo está dado y no hay nada por descubrir. La parte difícil ya se hizo, ya la cultura está dada, ya el agua azucarada se descubrió. Si hay algo nuevo por descubrir, que lo haga otro, que piensen los demás, así como estoy, estoy bien. Nadie está esta dispuesto a hacer un poco más de esfuerzo, el presente y lo dado han esclavizado a las personas. El pensador se ha limitado a repetir las teorías o escritos de otros, se ha limitado a dar lo que ya está dado; el más sobresaliente ha intentado criticar lo ya dado, pero no a proponer otras opciones.
La crisis del pensador es dialéctico en cuanto unos están destinados a no hacer mas nada y otros a creer que lo que tienen es la verdad suprema.

Un detalle característico del mundo actual es su efervescencia, donde la información se da de manera automatizada he instantánea. La información es fugaz y se torna de manera relativa, impera el pensamiento débil y la doxa es tomada por hecho real. Es tanta información que se puede en duda lo verdadero y lo falso. El pensamiento está tan divido, surgen teorías, cada una haciéndose de majestuosidad y afirmando la verdad de sus propuestas, hay tal dispersión en las ciencias que “no se sabe dónde comienza y termina una ciencia, porque no se sabe, estrictamente hablando, de qué trata”[3].   El ser humano actual, está apresado por el sistema moderno. Los roles están definidos y ya nadie hace más de lo que le corresponde, el pensamiento he intelecto son fines y no medios. El intelecto como un medio que debe servir para lograr la remuneración y con la remuneración llegar a consumir tanto como se pueda, para llegar solo así a ser feliz, entonces la “función intelectual está medida tan soló por su utilidad, y se tiende a eliminar el resto como simple curiosidad”[4], o como algo que no genera capital, en otras palabras, más acertada, no produce. La paradoja de la vida pareciera que solo puede abarcar quien puede salir de la caverna, y la caverna actual es el deseo de consumir, aunque posiblemente por obligación se esté en el sistema es casi imposible escapar de él, todo gira y se mueve en torno al dinero, es definido por la capacidad de adquisición y no por lo que se es esencia. Es de gran importancia que este mundo en que se vive en la actualidad no es un sistema que ha llegado por casualidad o ha sido generado al azar. Es un sistema totalmente planeado, estructurado y organizado que se a puesto en marcha a partir de pensadores, de intelectuales que se han conformado y se han hecho esclavos del tener y hasta gozan de poder intelectual, aquí es donde nos preguntamos, ¿para qué entonces nos ha servido el intelecto y sobre todo la filosofía?; será la pregunta constante que tendrá que hacerse el pensador frente a la realidad, si su pensamiento ayuda a humanizar y hacer de este mundo un mundo mejor, más habitable, más humano, más intelectual.

Finalmente la pregunta crucial que atraviesa la horizontalidad histórica es ¿al servicio de quien está la intelectualidad, hacia que aspira el ser ilustrado y los factores negativos que ha impulsado en la historia político social de latinoamericana marcado por las bombas atómicas de la corrupción?




[1] ZUBIRI, Xavier. Nuestra situación intelectual. Naturaleza, Historia, Dios, 1987
[2] ZUBIRI, Xavier. Nuestra situación intelectual. Naturaleza, Historia, Dios, 1987.
[3] ZUBIRI, Xavier. Nuestra situación intelectual. Naturaleza, Historia, Dios, 1987.
[4] ZUBIRI, Xavier. Nuestra situación intelectual. Naturaleza, Historia, Dios, 1987.

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