El pensamiento, su pensador, la intelectualidad y su realidad
El pensamiento, su pensador, la intelectualidad y su realidad
La vida intelectual ha sido un proceso de formación
constante, donde el ente biológico ha ido dotando al ser humano de una
capacidad más allá de sus sentires, le ha otorgado la capacidad de pensar, de
interpelar su ignorancia, mediante la admiración de su entorno y posteriormente
con la indagación del entorno en el cual se sitúa el ser humano. “El espíritu
ha roto con el mundo de la existencia y de las ideas que hasta ahora poseía, y
se halla en vías de hundirlo en el pasado y ocupado en la tarea de reformarlo.
Es verdad que nunca está en reposo, sino que se halla sometido siempre a un
movimiento progresivo”.
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La función intelectual se encuentra en consonancia con el hambre y deseo y necesidad del ser humano por el conocimiento de la realidad, una realidad a la cual no se es indiferente, sino que interpela al ser constantemente y le exige un esfuerzo por descubrirla. El camino intelectual es un camino pedregoso, donde se debe ir en contra corriente, despojándose de prejuicios y excusas, procurando ver de verdad, procurando voltear la mirada hacia donde nadie ha sido capaz de mirar y observar. El intelectual actual requiere de una dosis de humildad, para reconocerse finito he incompleto frente a la basta realidad; que le exige en sí misma una y total dosis de sinceridad, donde sea capaz de despojarse de sus conocimientos previos y esté en constate apertura de la realidad y de la verdad.
El intelectual debe sentirse y hallarse a sí mismo
incompleto, incómodo, pesimista, lleno de más dudas que respuestas. Debe sentir
esa necesidad, ansiosa de la búsqueda de algo más allá de lo encontrado y dado
por sus estudios previos, dados por el sistema, dados por la historia. El
camino del intelectual debe ser como la analogía de entrar en aguas profundas,
en búsqueda de los peces gordos y de especies exóticas que no podrá encontrar
si se conforma con solo estar en aguas superficiales, o si se deja vencer por
el miedo y solo llega a estar a la orilla. El pensador debe atreverse a ir con
valentía hacia la búsqueda de la verdad, aunque en el intento lo asole las
inclemencias del tiempo, y le hagan retroceder. Pueda ser que tenga que volver
intentarlo una y otra vez, pueda ser que la nostalgia lo invada, pueda ser que
el cansancio le gane, pero cada intento es ya una respuesta de lo que busca, no
una respuesta total, pero si un el proceso necesario que lo lleve a lo que
busca. “El intelectual de hoy, si es sincero, se encuentra rodeado de
confusión, desorientado e íntimamente descontento consigo mismo”[2], idealmente esto debería
sentir o caracterizar al intelectual de hoy, pero el pensador está sumergido a
lo mejor en otra crisis.
La crisis en el intelectual está envuelta en un manto
de conformismo, de acomodamiento. Se sabe que el hecho de verdad no está
acabado y que es un momentun histórico dinámico, se va actualizando, se va
construyendo, pero está situación es comparable a las verdades incómodas en las
que en algún momento ha sucedió algo no tan bueno y todo mundo lo sabe, pero
deciden callar, deciden no moverse, pues implica un esfuerzo de su parte, tal
es el caso de nuestros países latinoamericanos que en vos baja y entre dientes
y chismorreo se quejan del sistema, alegando la culpa de sus males a los
gobiernos, pero nadie se atreve a levantar la vos y a exigir un cambio, pues
esto implicaría un cambio y un camino reciproco de actitudes, un compromiso
personal, colectivo y gubernamental.
Así pasa en el mundo intelectual, indagar implica
siempre someterse a un proceso de cambio, a un movimiento personal, implica
despertar. Implica un gran esfuerzo por seguir develando la verdad. Lo que
sucede es que prevalece la ley del mínimo esfuerzo, donde se nos convence que
ya todo está dado y no hay nada por descubrir. La parte difícil ya se hizo, ya
la cultura está dada, ya el agua azucarada se descubrió. Si hay algo nuevo por
descubrir, que lo haga otro, que piensen los demás, así como estoy, estoy bien.
Nadie está esta dispuesto a hacer un poco más de esfuerzo, el presente y lo
dado han esclavizado a las personas. El pensador se ha limitado a repetir las teorías
o escritos de otros, se ha limitado a dar lo que ya está dado; el más sobresaliente
ha intentado criticar lo ya dado, pero no a proponer otras opciones.
La crisis del pensador es dialéctico en cuanto unos están
destinados a no hacer mas nada y otros a creer que lo que tienen es la verdad
suprema.
Un detalle característico del mundo actual es su
efervescencia, donde la información se da de manera automatizada he
instantánea. La información es fugaz y se torna de manera relativa, impera el
pensamiento débil y la doxa es tomada por hecho real. Es tanta información que
se puede en duda lo verdadero y lo falso. El pensamiento está tan divido,
surgen teorías, cada una haciéndose de majestuosidad y afirmando la verdad de
sus propuestas, hay tal dispersión en las ciencias que “no se sabe dónde
comienza y termina una ciencia, porque no se sabe, estrictamente hablando, de
qué trata”[3]. El ser
humano actual, está apresado por el sistema moderno. Los roles están definidos
y ya nadie hace más de lo que le corresponde, el pensamiento he intelecto son
fines y no medios. El intelecto como un medio que debe servir para lograr la
remuneración y con la remuneración llegar a consumir tanto como se pueda, para
llegar solo así a ser feliz, entonces la “función intelectual está medida tan soló por su utilidad, y se tiende a eliminar el resto como simple curiosidad”[4], o como algo que no genera
capital, en otras palabras, más acertada, no produce. La paradoja de la vida
pareciera que solo puede abarcar quien puede salir de la caverna, y la caverna
actual es el deseo de consumir, aunque posiblemente por obligación se esté en
el sistema es casi imposible escapar de él, todo gira y se mueve en torno al
dinero, es definido por la capacidad de adquisición y no por lo que se es
esencia. Es de gran importancia que este mundo en que se vive en la actualidad
no es un sistema que ha llegado por casualidad o ha sido generado al azar. Es
un sistema totalmente planeado, estructurado y organizado que se a puesto en
marcha a partir de pensadores, de intelectuales que se han conformado y se han
hecho esclavos del tener y hasta gozan de poder intelectual, aquí es donde nos
preguntamos, ¿para qué entonces nos ha servido el intelecto y sobre todo la filosofía?;
será la pregunta constante que tendrá que hacerse el pensador frente a la
realidad, si su pensamiento ayuda a humanizar y hacer de este mundo un mundo
mejor, más habitable, más humano, más intelectual.
Finalmente la pregunta crucial que atraviesa la horizontalidad histórica es ¿al servicio de quien está la intelectualidad, hacia que aspira el ser ilustrado y los factores negativos que ha impulsado en la historia político social de latinoamericana marcado por las bombas atómicas de la corrupción?
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