Sanar la historia ¿tarea de quien?
Sanar
la historia ¿tarea de quién?
A lo largo de la vida el ser humano ha ido
entretejiendo su historia a través de acontecimientos, vivencias positivas y
negativas que de una u otra forma han marcado significativamente la historia “común”
de la humanidad, donde todos compartimos el mismo suelo, a través de tantas
generaciones la historia sigue su rumbo sin detenerse, se sigue escribiendo y
siguen naciendo nuevas historias dentro de la vida misma y es importante
destacar que todas las generaciones dejan un legado el cual trasciende a la
siguiente generación como aire en el viento, esta trascendencia es de suma importancia
ya que nos conecta intergeneracionalmente, por lo tanto nos vemos afectados por
un hecho histórico como si lo hubiésemos vivido o no ya que compartimos una
conciencia colectiva una memoria histórica que inconscientemente nos vincula
con nuestro pasado.
Por lo tanto ¿será posible sanar la historia de la
humanidad si sus víctimas-protagonistas están ya muertos? ¿Cómo devolverlos a
la vida para sanar sus heridas? ¿Cómo volver al pasado para escuchar el dolor
de las víctimas y tratar de redimirlos?, si el pasado ya es pasado ¿nada nos
queda por hacer?, estas heridas y sufrimientos de la humanidad ¿no le afectan a
nadie en el presente? ¿Nada nos vincula con ellos?
El siguiente ensayo tiene como finalidad dar a conocer
la historia sufriente de la humanidad, en concreto desde El Salvador, como un
conjunto de historias vivas y latentes en la humanidad presente, como también
pretende despertar en el lector una toma de conciencia y compromiso con su
herencia histórica.
“Para la
historia nada de lo que una vez aconteció ha de darse por perdido” (Walter
Benjamin, II Tesis, pag.81)
Sanando la historia desde la psicología social
Observaremos
el campo de la psicología social donde se nos explica el fenómeno por así
decirlo “dominó” en el que si un individuo sufre toda la humanidad se ve
afectada, en vos de Ignacio Martín Baró:
“Si
los seres humanos somos productos históricos, es obvio pensar que esa
particular historia de guerra de El Salvador tendrá que repercutir de alguna
manera en sus habitantes. No es necesario asumir alguna de las visiones
psicológicas tradicionales sobre la personalidad básica para comprender que
algún impacto importante tiene que tener la prolongación de la guerra civil en
la manera de ser y de actuar de los salvadoreños. Es este impacto el que aquí
se caracteriza como trauma psicosocial”.
(Ignacio Martín Baró, Psicología social de la guerra: trauma y terapia, 1990,
pág. 77).
Este
trauma como lo menciona Ignacio Martín Baró, es un fermento que sigue su fondo
de cultivo donde la historia se asienta y continúa haciendo este traspaso a la
próxima generación.
Walter
Benjamín afirma la importancia del “presente”, “se trata de un presente
atravesado por el pasado. Hay dos tipos de pasado: uno que está presente por
derecho propio (es el pasado de los vencedores) y otro, ausente (el de los
vencidos). Del primero se ocupa la historia, es la materia que elabora la hermenéutica
y es el camino real por donde transitan las tradiciones. El segundo que es el
que aquí interesa, no llega hasta nosotros, sino que nos vasalta violentamente.
Solo con la presencia de ese pasado es posible hablar de verdadera
universalidad”. (Reyes Mate, comentario a la III Tesis de Walter Benjamín,
pág.82)
Desde
la psicología social también se nos explica el fenómeno del miedo colectivo
donde estos mecanismos de represión y violencia paralizan a una sociedad
completa y afectan su forma de ser y de expresarse libremente, estos mecanismos
permiten al opresor tener una sociedad disciplinaria, donde nadie alza la voz,
“aunque el miedo es una vivencia subjetiva y hasta cierto punto privada, “al
producirse simultáneamente en miles de personas en una sociedad, adquiere una
relevancia insospechada en la conducta social y política” (Elizabeth Lira,
experiencia psicoterapéutica en Chile,1985-1986, pág.51).
Estas
conductas también van siendo heredadas de un sistema a otro, tanto así que no
puede haber libertad de expresión porque interiormente necesitamos liberarnos
de la esclavitud de la opresión que ha vivido y sigue viviendo nuestra
historia.
Por
lo que Walter Benjamín señala que tenemos que buscar una redención de la
historia en su conjunto ya que esta se ha visto afectada no con un individuo en
sí, sino con muchos que forman el conjunto social.
Sanar la historia ¿derecho de quién?
“Durante
la II guerra mundial se registraron violaciones de los derechos humanos a
escala desconocida, pero su conclusión vio el origen de una nueva época en
favor de estos derechos. Tras alcanzar su punto álgido en el siglo XVII, cuando
autores como Grocio, Puffendorf y Locke defendieron la idea de los derechos,
éstos pasaron a desempeñar un papel decisivo en las revoluciones de finales del
siglo XVIII”. (Peter Singer, Compendio
de Ética, “los derechos” Brenda
Almond)
La autora Brenda Almond,
nos deja entrever en su lectura como el ser humano ha tenido que pasar por los
acontecimientos de violencia, injusticia, opresión, marginación para que se
pueda reaccionar al respecto y tomar conciencia de ello.
Desde nuestro pueblo El
Salvador la historia se sana gota en
gota, a través de la justicia restaurativa por ejemplo, donde año con año se
siguen abriendo espacios y para redimir a las víctimas, para que el dolor no se
olvide, para despertar la empatía en el sufrimiento y poder avanzar, sanando
heridas.
Sanar la historia ¿tarea de quién?
En El Salvador se vive en un clima de violencia, que
tiene que ver con lo no resuelto, lo no procesado, la falta de verdad de
justicia y reparación.
Benjamín propone la figura de la cita. “Ser redimido
es ser citado por ese presente que tiene fuerza mesiánica respecto al pasado, a
ese pasado de los vencidos fuera del nicho en el que lo han colocado los que
escriben la historia para darle vida y voz propia”. (Reyes Mate, comentario a
la III Tesis de Walter Benjamín, pág.82). Ese pasado que ha desaparecido del
mapa Benjamín lo rescata y lo pone como tema mayor.
La verdad como fidelidad con nuestra historia es un
deber de cada generación, el poder reconocer este sufrimiento y transmitirlo
permite a la víctima incorporarse a la historia, tener un lugar en el que se
redime sanando su dolor a través de otras personas.
Referencias
bibliográficas:
Ø Ignacio Martín Baró, Psicología social de la guerra:
trauma y terapia, 1990.
Ø María Sol Yánez, Heridas abiertas atención psicológica
a víctimas de violaciones de derechos humanos.
Ø Reyes Mate, comentario a la III Tesis de Walter
Benjamín.
Ø Peter Singer, Compendio
de Ética, “los derechos” Brenda
Almond.
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