Identidad personal y menosprecio
Identidad
personal y menosprecio
“La
violencia es el miedo a los ideales de los demás.”
Mahatma
Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio.
Es posible
pensar con certeza que el reconocimiento es parte integral del ser humano, pues
este está en constante relación con otros. Así como el debido reconocimiento
tiene repercusiones positivas en el individuo a nivel social en su manera
responsable de asumir sus derechos y deberes dentro de la sociedad, de manera
igual la denegación del reconocimiento mediante violaciones físicas, verbales y
psicológicas, menosprecio, humillaciones pueden atentar gravemente con la
imagen que tiene el ser de sí mismo, pues este está en constante referencia a
su confirmación en el otro[1].
Esta denegación
de reconocimiento perjudica la libertad de acción, pues la persona movido
internamente por ese sentimiento de desvalorización no asume un papel activo
como ciudadano dentro de su sociedad. Tomando en cuenta este punto podemos entonces
decir que el menosprecio y humillación es el origen de la desposesión de los
derechos del individuo.
La persona al
ser víctima de maltrato vive en una total desconfianza del mundo social, pues
su seguridad se ve afectada.
Teniendo en
cuenta estos datos deseo pensar un poco acerca de la forma primera y más común
de menosprecio, violación y desposesión del reconocimiento; se trata de las
bromas que regularmente forman parte de nuestro diario vivir, inclusive mal
dicho, pensado y planteado podríamos llegar a decir que son un elemento
esencial para la convivencia en el círculo de amigos. Es tan normal esta
práctica; que a la ausencia de esta, nos hace
llegar a pensar que algo no anda bien en las relaciones interpersonales.
Estamos tan
aclimatados al uso recurrente de esta practica que podríamos decir que en la
mayoría de encuentros interpersonales surge casi espontáneamente, casi que de
manera automática, borrando el acto de conciencia y razonamiento; obviando así
el aspecto consecuente de nuestros actos, claro está que aunque esta surja de
esa manera no evitará las repercusiones negativas en el alter.
Al pensar en
este tema de las burlas, más dirijo mi pensamiento a los ambientes primarios
del ser humano, como el hogar y la escuela[2];
donde están presentes las etapas de niñez y adolescencia; donde de igual manera
se va formando una personalidad y temperamento de la persona.
Tanto el
victimario como la víctima, poseen en sin un desequilibrio en cuanto las
relaciones sociales sanas.
El victimario llena
su necesidad de reconocimiento a costa de la negación y anulación del otro.
Este pose en el fondo un vacío afectivo social-familiar (la familia representa
el primer modelo del ser humano, en este se forma valores o anti-valores, a partir de modelos primarios
actúa el niño en sus ambientes sociales más cercanos como la escuela. Luego
este niño bajo buenos o malos modelos crece y posiblemente sigue el circulo
Padres e hijos, victimas o victimarios) que necesita llenar; entonces recurre
al juego de llamar la atención, de convertirse en el mejor de los casos en un
egocéntrico, en un personaje popular, temido y “respetado” por el grupo; de
cierta manera proyecta su conflicto en el otro. Se presenta entonces en el
grupo como el más atrevido, escandaloso y dispuesto a causar conflicto a
diestra y siniestra sin importarle las consecuencias. Por lo general abusan de
su fuerza e intimidan, atacan psicológica y físicamente a las personas a su
alrededor. El victimario logra su estabilidad emocional al ser considerado
socialmente como el superior o el poderoso. Busca junto con el poder y la
supremacía que sea tratado de manera especial y privilegiada, debe ser el
centro de lo contrario alzara su voz y poder caprichosamente, para que sea
reconocido.
Es posible
según lo que he ido observando en el trato con niños y adolescentes, que ese
tipo de personalidad dominante se inicie en los primeros años, de 4 en adelante
visiblemente; pues se logra ver en la etapa escolar de párvulos, niños que son
opresores y perseguidores, que maltratan, golpean y humillan a sus otros
compañeritos.
Luego en las
etapas siguiente se van acrecentado sus conflicto, en la etapa adolescente[3] se
va confirmando su personalidad, hasta posiblemente si no encuentran ayuda
necesaria se convertirán en grandes antisociales, en personalidades totalmente
deshumanizadas y dispuestas a repartir sufrimiento y humillaciones por doquier.
Podría ser el caso del jefe que abusa de sus empleados, o del padre que
maltrata a su familia, o el empleado capataz y verdugo para sus compañeros de
trabajo, o el pandillero y asaltante del barrio, o el sicario de la ciudad.
Esto solo es un
lado de la moneda, pues también se encuentra la victima que al igual que el
victimario posiblemente forje una personalidad desequilibrada desde las
primeras etapas de crecimiento, como ya lo hemos mencionado.
El que es
víctima de violaciones, menosprecios o humillaciones es herido fuertemente y
este vive en la mayoría de situaciones desde esa parte vulnerada, puede llegar
el mismo a un menosprecio, a tenerse autocompasión, excluyéndose de
determinados derechos en la sociedad, pues considera no ser importante o estar
al nivel como para poder desenvolver en la sociedad.
Dentro de la
sociedad su convivencia se limita a actos de menor impacto, se desenvuelve
pasivamente y con temor ante la sociedad. La víctima es atacada a nivel
emocional mediante el maltrato en todos los sentidos, a nivel cognoscitiva
mediante la desposesión de sus derechos y exclusión social, a nivel social se
atenta contra la dignidad de la persona.
Es definitivo
que la sociedad vive en su mayoría desde estos dos polos, lo que afecta
directamente el poder vivir socialmente libres consientes, artífices de cambio
y mejoras en la sociedad.
Luego de todo
este proceso que vive el individuo hay varios que caminos, uno seria que el
victimario y la victima desde edades tempranas mantengan su perfil siempre, el
otro seria que la victima movida por resentimiento pase a ser victimario, y el
tercero e importante es que el
victimario y la victima pueda reindivicarse desde las perspectivas de un
reconocimiento mutuo como la solidaridad y por ende y eje central el amor. De
esa manera rompiendo el circulo vicioso de víctimas y victimarios, rompiendo el
circulo vicioso del entorno familiar-social,
creando entonces comunidades de valor, de reconocimiento mutuo.
Finalmente
pienso que el camino para llegar a ser persona es reconocer que el otro es
persona, en esa medida no daremos cuenta que dependemos del otro.
[1] Honneth, A. (1997). LA
LUCHA POR EL RECONOCIMIENTO. Barcelona: Novagrafik.
[2] GONZÁLEZ, A. L.
(s.f.). Prensa Libre. Recuperado el 20 de 5 de 2012, de Aulas hostiles:
http://www.prensalibre.com/noticias/comunitario/AULAS_0_703729641.html
[3] ROJAS, Á. (s.f.). Prensa
Libre. Recuperado el 21 de 5 de 2012, de Bullying deja nueva víctima :
http://www.prensalibre.com/noticias/Bullying-deja-nueva-victima_0_694730586.html
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